Pertenezco a una sociedad clandestina de la cual soy consciente de que soy un verdadero miembro. Y digo lo de ser consciente porque pese a ser una sociedad moderadamente grande, no todo el mundo es consciente de si pertenece o no a dicho selecto club.
Sinceramente amigos, yo hasta hoy mismo que estoy escribiendo estas líneas, solo conozco a una persona que pertenece y es consciente de ello y además saca pecho de presumir a tan distinguido club.
Yo también era consciente de que era socio, de que pertenecía, vamos que era uno más. Muchas mañanas, en mi camino diario a casa o a clase, jugaba a inventarme posibles miembros, los localizaba como un objetivo localiza su presa y comenzaba a divagar, a pensar si pertenecería o no y sobre todo si era consciente de si pertenecía.
Hace exactamente una semana recibí una carta en mi buzón. Tenía un membrete de la sociedad, me extrañé la verdad. Esperé a subir a casa para abrirla y poder leer con la atención que se merece tan destacado honor.
Pero el honor se transformó…me venían a decir que he incumplido una de las normas básicas de dicha sociedad, que no había vuelta atrás, que había firmado mi “sentencia de muerte”.
Así que así están las cosas, tras años y años perteneciendo a esa maravillosa asociación, haciendo bandera de sus principios e ideales, me encuentro de la noche a la mañana que estoy fuera, que ya no sirvo, que soy persona non grata. Yo evidentemente no lo voy a decir mucho por ahí, pero… ¿se sentirá traicionada mi compañera de sociedad por la expulsión?
Tal vez vaya hablar con ella para decírselo claramente. Tal vez no sea para tanto. Tal vez sea sólo una nota de aviso.
Sinceramente amigos, yo hasta hoy mismo que estoy escribiendo estas líneas, solo conozco a una persona que pertenece y es consciente de ello y además saca pecho de presumir a tan distinguido club.
Yo también era consciente de que era socio, de que pertenecía, vamos que era uno más. Muchas mañanas, en mi camino diario a casa o a clase, jugaba a inventarme posibles miembros, los localizaba como un objetivo localiza su presa y comenzaba a divagar, a pensar si pertenecería o no y sobre todo si era consciente de si pertenecía.
Hace exactamente una semana recibí una carta en mi buzón. Tenía un membrete de la sociedad, me extrañé la verdad. Esperé a subir a casa para abrirla y poder leer con la atención que se merece tan destacado honor.
Pero el honor se transformó…me venían a decir que he incumplido una de las normas básicas de dicha sociedad, que no había vuelta atrás, que había firmado mi “sentencia de muerte”.
Así que así están las cosas, tras años y años perteneciendo a esa maravillosa asociación, haciendo bandera de sus principios e ideales, me encuentro de la noche a la mañana que estoy fuera, que ya no sirvo, que soy persona non grata. Yo evidentemente no lo voy a decir mucho por ahí, pero… ¿se sentirá traicionada mi compañera de sociedad por la expulsión?
Tal vez vaya hablar con ella para decírselo claramente. Tal vez no sea para tanto. Tal vez sea sólo una nota de aviso.
2 comments:
es que era una sociedad muy especial y claro, normal que la única perteneciente actual se sienta traicionada ¬¬ ella seguirá en ese club defendiendo su singular condición!
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