Monday, June 20, 2011

Sustitutos


Aquel dolor que se antojaba pesadísimo e imperturbable duró hasta terminar el verano; no hay mas realidad que “el ahora” y lo que pensábamos que no cicatrizaría jamás, con los años se ha ido ensombreciendo, oscureciendo y finalmente desapareciendo casi sin dejar rastro.

Cuando ya no pensabas encontrar a nadie que te cuidase, que te abrazase noche tras noche, que te besase de aquella manera tan especial, resulta que un lunes cualquiera de primavera se cruza en tu camino ese chico que casi no te llama la atención y que poco a poco se terminaría convirtiendo en tu centro de atención.

Tú que pensabas que siempre estarías soltera, ahora esa idea suena ya lejana porque alguien ocupa su lugar, duerme en su lado de la cama, se sienta en aquel lado de la mesa que le reservabas y aunque al principio era extraño, raro e incluso curioso, poco a poco la confusión fue normalizándose y al final terminas pensando que sí, que va a ser verdad que todos somos sustitutos del alguien.


Foto: Amparo Balsas

Sunday, June 19, 2011

Ya sabes lo que hay!


Imaginándome situaciones, escenas y conversaciones,

Creyéndome director de una gran obra

Que se va configurando pasito a pasito,

Palabra a palabra y desde ahora (puede que)

Mirada a mirada.


Escribiendo tus diálogos en mi guión imaginario,

Dibujando tu mejor sonrisa, tus palabras mas cálidas.

Mi mirada cómplice, tus guiños secretos,

Mis defectos camuflados.

Pero el texto me devuelve la mirada

Y me invita a no divagar, a no engañar,

A ser realista, a no camuflar, a mostrar

Y sobre todo a no falsear.


Peleo con él, hago borrones,

Me rebelo; yo mando!! Le grito.

Yo elijo, y él me escupe y me insulta,

Me retuerce los dedos, me grita y me enseña

Lo que no quiero ver.

Al final cedo y caigo,

Tiene razón, no quiero verlo.

Realismo sin maquillar,

Vicios y virtudes por igual;


Quieres continuar?

Ya sabes lo que hay!!

Saturday, June 11, 2011

La partida

Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fuí al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. Oí una trompeta, a lo lejos y le pregunté al sirviente qué significaba. El no sabía nada, ni había oído nada. En el portón me detuvo y preguntó: A dónde cabalgas, señor? No lo sé, le dije, fuera de aquí. Siempre fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, sólo así podré llegar a mi meta. ¿Así que usted conoces tu meta??, preguntó. Sí, respondí, acabo de decirlo. Fuera de aquí, tal es mi meta.

(Franz Kafka)

Wednesday, June 08, 2011

Punto de partida


Siempre reincidiendo en la repetición,

descontando los minutos del reloj,

Saboreando con precisión

esos momentos que giran hacia la confusión.


Actuando con conciencia y premeditación,

aguardando el momento con suma precaución,

desdibujando anocheceres en un simple renglón.

No hay confusión, no hay engaño

y siempre (para que negarlo) fascinación.


Hemos creado un limbo con suma previsión,

no fácil digerir, complicado asimilar,

pero nuestro al fin y al cabo

y eso es lo único real.


Paciencia y optimismo se funde por igual,

desengaño y cabreo de la mano van.

Todo esto tiene ya un final,

la suerte echada está y dejamos de contar.

Todo empieza y termina igual.


Punto de partida

El cantar de los cantares

He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
he aquí que tú eres hermosa;

Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.

Tus labios como hilo de grana,

Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.

Toda tú eres hermosa, amiga mía,

Y en ti no hay mancha.
Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.

Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;

Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.
¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.
Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;

Nardo y azafrán, caña aromática y canela,

Con todos los árboles de incienso;
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas.
Fuente de huertos,
Pozo de aguas vivas,
Que corren del Líbano.
Levántate, Aquilón, y ven, Austro;
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.

Tuesday, June 07, 2011

Memorias de Adriano

Reconozco que la razón se confunde frente al prodigio del amor, frente a esa extraña obsesión por la cual la carne, que tan poco nos preocupa cuando compone nuestro propio cuerpo, y que solo nos mueve a lavarla, a alimentarla y, llegado el caso, a evitar que sufra, pueda llegar a inspirarnos un deseo tan apasionado de caricias, simplemente porque está animada por una individualidad diferente de la nuestra y porque presenta ciertos lineamientos de belleza sobre los cuales, por lo demás, los jueces nunca se han puesto de acuerdo. Aquí la lógica humana se queda corta, como en las revelaciones de los Misterios. Y no se ha engañado la tradición popular que siempre vio en el amor una forma de iniciación, uno de los puntos de contacto de lo secreto y lo sagrado.

Monday, June 06, 2011

Fragmentos para mañana


En su autobiografía, y citando a Ibsen -concretamente, Peer Gynt-, Agatha Christie se pregunta: "¿Dónde estaba yo, todo el hombre, el verdadero hombre?". Usando el lenguaje de su época -y encarnando en la voz hombre lo que ahora denominaríamos, más correctamente, ser humano-, la señora Christie reflexiona: "Creo que nunca conoceremos al hombre total, aunque a veces, iluminados repentinamente, conocemos al verdadero hombre. Creo que las propias memorias representan los momentos que, por insignificantes que parezcan, descubren con verismo nuestra interioridad". Este subrayado es mío.

Es decir, guardamos en nosotros el juego completo de muñecas rusas que nos componen, pero a la hora de mirar atrás, ¿qué es lo que vemos? Ráfagas, momentos, imágenes. Fundacionales, aunque quizá entonces no lo supiéramos.

Ahora mismo, escribiendo dos días después de los resultados electorales, me entrego al ejercicio de imaginar qué es lo que recordaré de mí, de mí en mi vida con los demás y de mí en mi intimidad más recóndita, cuando hayan pasado no ya esos quince días que separan mi escritura de vuestra lectura, sino más, mucho más tiempo después. Ah, el tiempo. Tiempo. Qué poco nos agobiaríamos si mejoráramos nuestra relación con el Tiempo, si aprendiéramos a respetarlo, limpiándolo de ruido y de furia. Quizá me recordaré leyendo los cartones que poblaban la plaza de Catalunya reavivada por los 15-M (visitando su tiempo: entrando y saliendo de él), o tal vez mordiéndome los labios en el sofá, asimilando los cambios electorales.

Pero a lo mejor no recuerdo eso. A lo mejor tengo suerte y se me aparece, en un fogonazo, mi mano. Veré mi mano alargándose hasta dar con el botón de la radio y apretar al puto off: silencio, al fin. En días como éste no se me ocurre una forma mejor de respeto a la vida que el silencio.

O me recordaré viendo lo que ahora veo, un frasco amarillo de plástico en mi escritorio, con un pulverizador para rociar de agua las hojas de mis plantas; un frasco que siempre siento a mano cuando brilla el sol y no toca refrescarlas, pero que olvido cuando anochece y hay que ponerse a la labor. Aunque casi siempre cumplo, lo apunto en mi iPhone. Eso puede que lo recuerde: el agua cuando surge difuminada, las plantas que se esponjan.

Escribiendo estaba -para mi placer y mi consuelo- cuando ha irrumpido Josie, la mujer que limpia mi casa. He saltado a darle los buenos días -las filipinas son muy cariñosas: nos abrazamos, nos gritamos saludos estimulantes- y a guardar corriendo todas las prendas que ayer dejé sueltas por todas partes. No sólo por deferencia hacia ella: también porque Josie es una gran archivadora y puede esconderlas en donde yo menos espere encontrarlas.

Estos momentos de grata agitación doméstica perdurarán, posiblemente, barriendo la desazón que producen las anticipadas charcas de la vida pública. Es muy probable que mi memoria futura rinda homenaje a este silencio sólo roto por la amabilidad de Josie, gracias a cuya llegada me he dado un paseíto por el piso -ya lo he dicho, recogiendo aquí y allá y poniendo a buen recaudo pañuelos, calcetines y etcétera-, y he descubierto los albaricoques que compré anoche, los primeros de la temporada. No hay nada más hermoso que un albaricoque que trae hasta el frutero la luz que le ha hecho crecer. Lo he abierto con delicadeza, así debería hacerlo todo cada día, como si me iniciara en algo muy preciado, lo he olisqueado, probando primero con la lengua su carne tan jugosa. Lo he comido poco a poco, saboreándolo sin voracidad. Qué suerte, no era soso ni híbrido ni falso. Era un albaricoque de verdad. Tan de verdad que no he querido echarle luego un tiento a otro, ni a los melocotones de viña.

Lo haré luego. Para esta mañana me quedo con esto. Silencio relativo de la ciudad, silencio total en la casa -Tonino duerme a mis pies, Josie ya está atareada en la otra punta de casa-, y a mi alrededor, un pulverizador de plástico amarillo, una radio apagada y un hueso de albaricoque acompañan este momento tan dulce de escribir para intentar borrar los malos recuerdos del futuro.

www.marujatorres.com

Saturday, June 04, 2011

Escena III; acto IV.

Doña Inés:
Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
se arde mi corazón.
¡Ah!, me habéis dado a beber
un filtro infernal, sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos:
su vista fascinadora,
su palabra seductora,
y el amor que negó a Dios.
¡Y qué he de hacer ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío
resistirte no está ya:
yo voy a ti como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame porque te adoro.

Don Juan Tenorio

Wednesday, June 01, 2011

heridas

Hoy abrí esta herida ya cicatrizada,
Sólo por verla sangrar, solo por sentir dolor,
Sólo para no olvidar el motivo
De su existencia.

Hoy volví a curar esta herida,
Para recordar que el proceso es lento
Y debe hacerse con sumo cuidado
Y con toda mi atención.

Hoy volví a pensar