Ese pensamiento iba rondando mi cabeza todo el día; quería
omitirlo, no hacer caso; realizar otras actividades; esconderme en los dos mil
refugio ficticios que me he creado y que me sirven para continuar, para no
mirar atrás.
Pero ese pensamiento martillea, como una luz parpadeante
está ahí y la veo por el rabillo del ojo por mucho que la ignore.
Cansado de ese estado de pausa, de esa omisión voluntaria,
decido al final de día meterme de lleno en el pensamiento, sin escudos ni
barreras, a bocajarro, dejar que inunde cada rincón de mi pensamiento, para
analizarlo, para deshacerme en el, para
mezclarme con el y poder así llegar a una clara conclusión, limpia y brillante,
sin atisbos de sombra ni de oscuridad.
Me ha costado admitirlo; pero al final he dado con la clave
que hoy no desvelaré.
Definitivamente hay algo roto dentro de mi.
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