Monday, February 28, 2011

"«Me gustaría saber - se dijo -, qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.»

M.E

Friday, February 25, 2011

Un cadaver a los postres

Ayer me recomendaron
que me alejase de mí
huir, hacer las maletas,
de todo lo que me hace sufrir.


Ayer pensé en ti,
quería ver si en realidad estabas ahí,
te busqué entre los cajones
olvidados del ayer.


Ayer volví a tropezar (una vez más)
y no recibí ninguna señal
has borrado tus huellas,
cortado los cables, volado los puentes
y buscas un sentido
en este camino errante.


Ayer volví al cementerio
donde aún somos tú y yo
y sólo encontré las cenizas
de estas nuestra revolución.


Ayer, ¿qué decir de ese cadáver caliente,
de esa brasa aún ardiente?
¿Existen nombres y apellidos
para estas señales del destino?


Ayer me desperté, era otra vez
once de enero de 2007
y no me reconocí,
pues estaba dispuesto a sufrir
pero hoy soy más consciente
de querer creer que estás ahí.

fon y yo

Sunday, February 20, 2011

Atolladero


Círculo oscuro y negro

Sin luz que lo ilumine

Con olor a deshecho

Y con este impasse invisible.


Paredes limpias y relucientes

Papel nuevo y recién estrenado

Ya nada es lo que parece

Todo aún no ha terminado.


Sé que esto es temporal

Que nada dura para siempre

Que los tumbos se acaban

Y que todo se restablece


Pero todo es oscuro y negro

Sin una luz que lo ilumine

Y tengo ganas de decirlo

Pues sino, de esta no salgo vivo.


atolladero

Thursday, February 17, 2011

Cartas a un joven escritor (II)

Hablábamos el otro día de maestros: autores y obras que ningún joven que pretenda escribir novelas tiene excusa para ignorar. Ten presente, si es tu caso, un par de cosas fundamentales. Una, que en la antigüedad clásica casi todo estaba escrito ya. Echa un vistazo y comprobarás que los asuntos que iban a nutrir la literatura universal durante veintiocho siglos aparecen ya en la Ilíada y la Odisea –relato, éste, de una modernidad asombrosa– y en la tragedia, la comedia y la poesía griegas. De ese modo, quizá te sorprenda averiguar que el primer relato policíaco, con un investigador –el astuto Ulises– buscando huellas en la arena, figura en el primer acto de la tragedia ‘Ayax’ de Sófocles.

Un detalle importante: escribes en español. Quienes lo hacen en otras lenguas son muy respetables, por supuesto; pero cada cual tendrá en la suya, supongo, quien le escriba cartas como ésta. Yo me refiero a ti y a nuestro común idioma castellano. Que tiene, por cierto, la ventaja de contar hoy, entre España y América, con 450 millones de lectores potenciales; gente que puede acceder a tus libros sin necesidad de traducción previa. Pero atención. Esa lengua castellana o española, y los conceptos que expresa, forman parte de un complejo entramado que, en términos generales y con la puesta al día pertinente, podríamos seguir llamando cultura occidental: un mundo que el mestizaje global de hoy no anula, sino que transforma y enriquece. Tú procedes de él, y la mayor parte de tus lectores primarios o inmediatos, también. Es el territorio común, y eso te exige manejar con soltura la parte profesional del oficio: las herramientas específicas, forjadas por el tiempo y el uso, para moverte en ese territorio. Aunque algunos tontos y fatuos lo digan, nadie crea desde la orfandad cultural. Desde la nada. Algunas de esas herramientas son ideas, o cosas así. Para dominarlas debes poseer las bases de una cultura, la tuya, que nace de Grecia y Roma, la latinidad medieval y el contacto con el Islam, el Renacimiento, la Ilustración, los derechos del hombre y las grandes revoluciones. Todo eso hay que leerlo, o conocerlo, al menos. En los clásicos griegos y latinos, en la Biblia y el Corán, comprenderás los fundamentos y los límites del mundo que te hizo. Familiarízate con Homero, Virgilio, los autores teatrales, poetas e historiadores antiguos. También con ‘La Divina Comedia’ de Dante, los ‘Ensayos’ de Montaigne y el teatro completo de Shakespeare. Te sorprenderá la cantidad de asuntos literarios y recursos expresivos que inspiran sus textos. Lo útiles que pueden llegar a ser.

La principal herramienta es el lenguaje. Olvida la funesta palabra estilo, burladero de vacíos charlatanes, y céntrate en que tu lenguaje sea limpio y eficaz. No hay mejor estilo que ése. Y, como herramienta que es, sácale filo en piedras de amolar adecuadas. Si te propones escribir en español, tu osadía sería desmesurada si no te ejercitaras en los clásicos fundamentales de los siglos XVI y XVII: Quevedo, el teatro de Lope y Calderón, la poesía, la novela picaresca, llenarán tus bolsillos de palabras adecuadas y recursos expresivos, enriquecerán tu vocabulario y te darán confianza, atrevimiento. Y una recomendación: cuando leas El Quijote no busques una simple narración. Estúdialo despacio, fijándote bien, comparándolo con lo que en ese momento se escribía en el mundo.

Busca al autor detrás de cada frase, siente los codazos risueños y cómplices que te da, y comprenderás por qué un texto escrito a principios del siglo XVII sigue siendo tan moderno y universalmente admirado todavía. Termina de filtrar ese lenguaje con la limpieza de Moratín, el arrebato de Espronceda, la melancólica sobriedad de Machado, el coraje de Miguel Hernández, la perfección de Pablo Neruda. Pero recuerda que una novela es, sobre todo, una historia que contar. Una trama y una estructura donde proyectar una mirada sobre uno mismo y sobre el mundo. Y eso no se improvisa. Para controlar este aspecto debes conocer a los grandes novelistas del siglo XIX y principios del XX, allí donde cuajó el arte. Lee a Stendhal, Balzac, Flaubert, Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Dumas, Hugo, Conrad y Mann, por lo menos. Como escritor en español que eres, añade sin complejos ‘La regenta’ de Clarín, las novelas de Galdós, Baroja y Valle Inclán. De ahí en adelante lee lo que quieras según gustos y afinidades, maneja diccionarios y patea librerías. Sitúate en tu tiempo y tu propia obra. Y no dejes que te engañen: Agatha Christie escribió una obra maestra, ‘El asesinato de Rogelio Ackroyd’, tan digna en su género como ‘Crimen y castigo’ en el suyo. Un novelista sólo es bueno si cuenta bien una buena historia. Escribe eso en la dedicatoria cuando me firmes un libro tú a mí.


A P-R

Monday, February 14, 2011

Simplemente viento

Yo que no conozco de barreras ni de muros,

Que rodeo tu pelo para hundirme en el,

Que aspiro cada aliento que rebosa cada

Poro de tu piel.


Yo que me impulso con el simple parpadeo

De tus pestañas, que acaricio tus ojos

Que me filtro por tu ropa como

Un desconocido…


Yo que te rodeo sin que te des cuenta

Que me estremezco entre tus redobles

Entre los pliegues de tu cuerpo

Entre tus dedos, entre tus curvas…


Yo que desearía eso y mucho más,

Sería capaz de ser sencillamente

y sin pensarlo un segundo,

Simplemente viento.

Friday, February 11, 2011

hora de hablar?

Quiero callar y no decir nada, que todo siga igual, inalterable.

Que todos los que me rodean se comporten de la misma forma

Que no existan miradas de sospecha, que todo fluya como un río

En primavera; que el sol luzca con su mayor esplendor y que la armonía

Reine en este vasto campo.

Todos conocemos lo que flota en el ambiente, el espesor de esta niebla

No beneficia a nadie, el humo azul no difumina este olor a podrido

Y pese a ello callamos y advertimos y nos convertimos en simples

Complices con un silencio tácito y autorizado.

Noto y siento que todos lo sabemos y en cambio nadie dice nada;

Todos gritamos y nos sorprendemos y en cambio nadie dice nada;

Tal vez sea hora de hablar…

Thursday, February 10, 2011

Recuerdos


Recuerdo

Mi último verso, tu primer desencanto

Mi primer recuerdo, tu último momento

Mi primer “te quiero”, tu última despedida.


Recuerdo

Las siestas a media tarde

Las primeras palabras del nuevo día,

Las fotografía, las íntimas caricias,

Las miradas lascivas, los besos apasionados...


Y todo se reduce simplemente a eso.

Recuerdos

Saturday, February 05, 2011

¿Para quién escribo? de V. Aleixandre


¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista
o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote
enfadado, ni siquiera para su alzado índice
admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora
(entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los
impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que
corre por la calle como si fuera a abrir las puertas
a la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza
chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma,
le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de
mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi
ventura, viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida,
paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su
angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que
al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando
preguntó y no le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo
escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los
pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin
oírme, está mi palabra.

II

Pero escribo también para el asesino. Para el que con
los ojos cerrados se arrojó sobre un pecho y comió
muerte y se alimentó, y se levantó enloquecido.

Para el que se irguió como torre de indignación, y se
desplomó sobre el mundo.

Y para las mujeres muertas y para los niños muertos,
y para los hombres agonizantes.

Y para el que sigilosamente abrió las llaves del gas y la
ciudad entera pereció, y amaneció un montón de cadáveres.

Y para la muchacha inocente, con su sonrisa, su corazón,
su tierna medalla, y por allí pasó un ejército de
depredadores.

Y para el ejército de depredadores, que en una galopada final fue a hundirse en las aguas.

Y para esas aguas, para el mar infinito.

Oh, no para el infinito. Para el finito mar, con su limitación
casi humana, como un pecho vivido.

(Un niño ahora entra, un niño se baña, y el mar, el
corazón del mar, está en ese pulso.)

Y para la mirada final, para la limitadísima Mirada Final,
en cuyo seno alguien duerme.

Todos duermen. El asesino y el injusticiado, el regulador
y el naciente, el finado y el húmedo, el seco
de voluntad y el híspido como torre.

Para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el
triste, para la voz sin materia
y para toda la materia del mundo.

Para tí, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar,
estás leyendo estas letras.

Para tí y todo lo que en ti vive,
yo estoy escribiendo.

Thursday, February 03, 2011

Sombra en el olvido

Noche incendiaria, motín al amanecer.

Abrazamos los ojos con las pisadas

Intentando escudriñar lo que ello aguarda

Mientras ella permanece intacta.


Te miro y me sorprendo,

Anhelo inspirar el suspiro de la retaguardia

Expectante y sombrío

Descanso mientras te miro.


Pero no hay más prisión que el error

Ni mas dolor que no vivido,

Mientras te difuminas

Como una sombra en el olvido.